Castigar a los niños ¿si o no?

Cerremos por un momento los ojos, ¡vamos a imaginar!, trata de pensar en la última vez que te castigaron cuando eras un niño o una niña. ¿Qué emoción viene a ti?, ¿Cómo te sentiste?, ¿Sirvió de algo?, ¿Qué notas en tu cuerpo? ¿qué pensaste de las personas que te castigaron?…..

¿Es el castigo algo positivo? ¿Qué pasa si castigo a mi hijo?¿Es el castigo necesario?¿Cómo afecta el castigo?

Jane Nelsen, una de las precursoras de la Disciplina Positiva, divide las consecuencias negativas del castigo en lo que ella denomina las «4 Rs del castigo». Desglosando como se podrá sentir o reaccionar la niña o niño que vive el castigo como respuesta a una conducta o acción que se aleja de lo esperado para las personas adultas que le rodean.

Consecuencias negativas del castigo

  • La Rebeldía es una reacción que conlleva resistencia, llega a producir un efecto rebote al cambio que buscamos con el castigo. Es una respuesta también que puede darse con frecuencia en la adolescencia. El pensamiento que subyace es: “voy a hacer justo lo contrario a lo que me digan” o “no tengo que hacerlo como me dicen”.

  • La Revancha genera ganas de venganza, incita a la repetición de la misma conducta de manera, incluso algo más grave. El pensamiento implícito, puede ser: “esto, no se va a quedar así”, “ya verás la próxima vez”.

  • El Resentimiento se asocia a la injusticia, es algo que se va alimentando poco a poco y puede llegar a formar un sentimiento negativo que perdure mucho tiempo, provocando desconfianza. El pensamiento asociado sería: «esto es injusto y no me lo merezco» o “no puedo confiar en ellos”.

  • El Retraimiento, lleva a hacer pensar al niño o a la niña que son malos, afectando por tanto negativamente a su autoestima, volviendo a repetir la conducta cuando crean que no les vemos. Los pensamientos que conllevan esta respuesta, podrían ser: “La próxima vez no me verán” o “soy mala persona”. Llega a generar desconocimiento y distanciamiento hacia nuestros hijos,  

¿Coincide alguna de las “Rs”, con las sensaciones o pensamientos que han venido a ti, tras el recuerdo de tu experiencia con el castigo en el ejercicio que hacíamos al principio? ¡Seguramente sí!

Estas “Rs”, afectan además de manera negativa en la conducta, consiguiendo justo el efecto contrario a lo que queremos conseguir, por otro lado, pueden hacer pensar al niño o a la niña, que son malas personas, deteriorando su autoestima, así como la relación con las personas que llevan a cabo el castigo. 

Está ampliamente demostrado que los castigos no enseñan, no proporcionan una alternativa válida para saber cómo hacer o permitir el cambio, siendo por lo tanto no válidos, y de ahí que los desestimemos para la crianza.
Y es que como también nos dijo Jane Nelsen, ¿De dónde sacamos la loca idea, de que para hacer que los niños y niñas se porten mejor, primero debemos hacerles sentirse peor?.
Con todo lo anterior, ya vemos que el castigo no tiene ningún sentido como herramienta para la educación, sólo llegando a funcionar a corto plazo por temor a las consecuencias, pero con frecuencia garantiza el que vuelva a aparecer de nuevo de manera continua.

Hemos de comentar que en ningún momento decimos de ir al polo opuesto y caer en una excesiva permisividad, ya que todos y todas para nuestro día a día necesitamos de los límites. De gran importancia también sería también, el evitar balancearnos en los dos polos, es decir, aguantar y aguantar, hasta llegar a un extremo, en el que nos vemos desbordados y terminar castigando igualmente. 

¿Y qué ocurre entonces con los premios o los refuerzos positivos?

Algunos de los inconvenientes que encontramos en los premios:

  • Ponen la motivación de cambio, fuera del niño o niña, perdiendo la satisfacción de hacer las cosas, por el propio placer de hacerlas, si no que pasamos a realizarlas para poder llegar a obtener la recompensa.
  • Al igual que los castigos, no funcionan tampoco a largo plazo. Es verdad que inicialmente pueden tener un efecto bastante inmediato, pero posteriormente, no se consolidan si no repetimos el premio o refuerzo positivo una y otra vez, o incluso lo aumentamos.
  • Se pueden volver en nuestra contra, llegando nuestros hijos e hijas a generalizar la existencia de recompensa a las diferentes cosas que hagan, aplicando en definitiva lo que nosotros mismos inicialmente les hemos enseñado.

 

  • Crean importante dependencia de la aprobación externa. Si bien es cierto, que es imposible evitar no reforzar o decir “muy bien” nunca a nuestros hijos e hijas, y de hecho no sería lógico, pero el problema llega si continuamente se lo estamos diciendo casi por sistema, o les reforzamos cuando solo cuando hacen lo que queremos, no valorando el esfuerzo, por ejemplo. En estos casos, el mensaje que les mandamos es: “soy valorado cuando hago lo que quieren”, y como a todos nos gusta sentirnos aceptados y queridos acaban por estar pendientes solo de aquello que queremos, actuando por complacer. 
  • Generan una falsa autoestima, siendo ésta la valoración positiva que hacemos de nosotros mismos, lo cual se traduce en seguridad y autoconfianza. En la medida en que, con los premios, nuestra valía dependa de la aprobación externa, la estima deja de ser propia y pasa a estar supeditada por lo que los demás piensan de nosotros. 

Inconvenientes de los premios y recompensas

Pues que en el fondo son las dos caras de la misma moneda, es una herramienta que actúa sobre la motivación externa. Tradicionalmente se consideran lo opuesto a los castigos, pero su mecanismo de acción es el mismo, siendo además ambas opciones medios artificiales que fueron creados para tratar de “controlar” la conducta.

¿Qué alternativas existen al castigo?
Cómo educar en positivo

Quizá una posible respuesta sea: con comunicación y respeto mutuo, tratando a nuestros hijos e hijas, como me gustaría que me trataran a mí. Entendiendo el comportamiento, no quedándonos sólo con lo que nos ha parecido que estaba mal, sino tratar de ver más allá e ir a lo que está en el fondo del iceberg (limitaciones en la comunicación, dificultad para reconocer y expresar emociones, malas elecciones al no prever aún consecuencias, etc). 

Se trata de conseguir un cambio de modelo, basado en relaciones horizontales, abandonando el discurso del “porqué sí” o “porqué yo lo mando”, y tratando de consensuar límites con respeto y firmeza.

Todo esto lo podemos ver a través de la disciplina positiva, la cual llega a ser mucho más que un estilo educativo, para convertirse en una forma de vivir y educar, entendiendo la necesidad básica que tenemos todas las personas de ser y pertenecer, sin entrar en luchas de poder, castigos o premios.

¿ Quieres saber más ?
Pide cita con nuestra profesional Laura Navarro

más
articulos

Inicia Sesión