Consejos para dormir a tu bebé

El sueño es por tanto un hito más dentro del desarrollo evolutivo, y hemos de ajustar nuestras expectativas en este sentido, como habrás comprobado ya seguramente, la frase tan famosa de “dormir como un bebé” no es del todo cierta

Todos los bebés recién nacidos saben dormir, de hecho, ya dormían en el seno materno. No es necesario enseñarles, y ni mucho menos este aspecto requiere de ningún método concreto que además les pueda ocasionar estrés. Sí que es cierto que nacen con un sueño más inmaduro, con diferentes fases que los adultos y numerosos despertares nocturnos ya que sobre todo cuando son más pequeños y pequeñas necesitan alimentarse cada poco tiempo, notar que su madre está ahí (pura supervivencia), etc. Tienen un sueño diferente al de los adultos, pero igual de diferente que es por ejemplo también el sueño que se tiene cuando somos ancianos o ancianas.

El sueño es por tanto un hito más dentro del desarrollo evolutivo, y hemos de ajustar nuestras expectativas en este sentido, como habrás comprobado ya seguramente, la frase tan famosa de “dormir como un bebé” no es del todo cierta, y es uno de los aspectos que más llega a preocupar a los padres y madres, en parte también porque todos y todas necesitamos dormir, y más si unimos la necesidad de descanso al día a día que solemos llevar, ritmos de trabajo, etc.

Dentro del sueño infantil (sobre todo los tres primeros meses), existe mucha variabilidad en cuanto a las horas de sueño. Hay niños o niñas que pueden dormir dieciséis horas, mientras que otros u otras, tendrán suficiente con por ejemplo ocho horas. La disparidad en este sentido es muy amplia, y todos ellos son niños y niñas sanos, sin que tenga que existir en principio ningún tipo de patología del sueño.

También está claro, que tal y como y muchos y muchas ya hemos podido observar, los bebés recién nacidos, en sus primeros meses, no duermen todas las horas de noche, si no que más de la mitad de sus horas de sueño se producen a lo largo del día.

El sueño se regula a través de una especie de reloj interno que tenemos ubicado en el cerebro. Su nombre es el núcleo supraquiasmático. Simplificando mucho, por la noche el núcleo supraquiasmático da la orden de liberar melatonina, que es la hormona del sueño, y durante el día cortisol, la hormona del estrés y de la actividad, de esta forma se va estableciendo lo que conocemos como ritmos circadianos. Los bebés, no nacen con dicho ritmo establecido. Entre otras cosas, porque ese reloj biológico interno, se sincroniza principalmente mediante la exposición a la luz.

 Nos debemos preguntar ¿Puede un bebé nacer con dicho reloj en hora, si no ha estado expuesto a cambios de luz en el vientre de la madre? Muy complicado.

Por todo lo anterior, no debemos ser excesivamente rígidos y rígidas con las expectativas en cuanto al sueño, ni abusar de determinantes culturales que puedan chocar con la verdadera necesidad biológica de nuestros hijos e hijas. 

 

El sueño infantil poco a poco va evolucionando y madurando, de ahí que vayamos observando “saltos” en su progresión, por ejemplo, etapas en las que se ven más despertares nocturnos que otros. Es algo totalmente normal, lo que es importante es observar la vigilia, para ver si nuestro hijo o hija come bien, está activo/ a, contento o contenta durante el día, etc. Lo importante por tanto no es tanto cuanto se duerme por la noche, si no como está el niño o niña el resto del día.

 

En la progresión que hemos comentado del sueño, ocurren lo que conocemos como regresiones. Las regresiones son los períodos de tiempo en las que de repente un bebé que dormía bien por la noche, comienza a tener más despertares nocturnos o le cuesta y tarda mucho más en conciliar el sueño o incluso comienza a dormir mal las siestas. 

Estas regresiones, suelen ocurrir en la mayoría de los niños y niñas, son inevitables y forman parte de la maduración natural del sueño, pueden durar entre dos y seis semanas como media e indican en realidad un avance en el desarrollo de nuestro hijo o hija. Con frecuencia pueden estar relacionadas con la coexistencia de otros hitos en el desarrollo (podemos apreciar incluso como llegan a perfeccionar dichos hitos durante el sueño, por ejemplo, cuando han aprendido a sentarse, gatear, comenzar a decir sus primeras palabras, etc.), o incluso con circunstancias externas, tales como catarros, dientes comenzado a salir, la llegada de un hermano o hermana, inicio de la escuela infantil o el colegio, mudanzas, etc. Las regresiones del sueño más comunes se suelen dar en torno a los tres, cuatro, ocho y doce meses, y posteriormente en torno a los dos años.

Ante estas regresiones, poco podemos hacer, salvo acompañar a nuestros bebés en estos momentos y no variar en exceso los hábitos y rutinas de sueño que hemos tenido hasta ahora, ya que, si bien nos preocupa e incluso desespera el cambio, en breve pasará.

 

A partir de los dos años, podemos además notar la eliminación progresiva de las siestas, así como la aparición de los terrores nocturnos y las pesadillas.
Las principales diferencias las podemos apreciar en:

  • Momento de la noche. Los terrores nocturnos suelen darse más al comienzo de la noche, coincidiendo con el inicio del suelo profundo, y las pesadillas más al final, coincidiendo con fases de sueño más ligero.
  • La capacidad de recuerdo. Los terrores nocturnos no se suelen recordar, aunque son muy muy intensos, podemos observarles llorar, gritar, moverse intensamente, etc. Puede ser incluso necesario que les sujetemos para que no se hagan daño. Sin embargo, en la pesadilla si recuerdan que ha ocurrido con una sensación al despertarse muy real.
  • La frecuencia. Las pesadillas se pueden dar en cualquier momento de la vida, los terrores nocturnos sin embargo van desapareciendo con la edad.
  • Capacidad de despertarse. Durante el terror nocturno no se suelen despertar, y es difícil de que, aunque estemos con ellos y con ellas, logremos calmarles.

De cara a poderles ayudar ante esto, podemos reducir en la medida de lo posible la estimulación intensa a partir de la tarde, llevar a cabo una rutina antes de dormir, y sobre todo cuidar el exceso de cansancio, ya que puede predisponerles a que aparezcan o aumenten las pesadillas y terrores nocturnos.

Algunos tips y consejos útiles (adaptándolos por supuesto a cada niño o niña, así como a la dinámica y al día a día de cada familia):

  • Durante el día, procurar que la luz que reciba el bebé sea la solar. Además de ser más efectiva para regular el ciclo de sueño, le ayuda a sintetizar la vitamina D, muy importante en sus primeros meses de vida.
  • Por la noche, usar luces indirectas en casa (que no le dé la luz directamente en la cara) y en tonalidades cálidas (luz amarilla en vez de blanca).
  • La leche materna contiene triptófano, un aminoácido esencial que promueve la liberación de serotonina (hormona del sueño), otros alimentos que lo incluyen pueden ser el plátano, huevo, almendras, carnes rojas o pescado azul. 
  • Reducir la estimulación por la tarde, a medida que se va acercando la noche y disminuyendo la actividad no jugando a juegos muy estimulantes, bajar la intensidad de la luz, no utilizar pantallas, hablarles con tono de voz bajo y tranquilo, etc.
  • Tener un horario más o menos constante y con las mismas rutinas antes del sueño (por ejemplo, baño, cena, sueño)
  • Realizar colecho o dormir con nuestros hijos o hijas en la misma habitación (llevarlo a cabo o no, es una decisión que corresponde únicamente a cada familia).

Y sin duda algo fundamental es no olvidar nuestro propio autocuidado. El no poder dormir, es algo que lógicamente desespera, necesitamos el descanso. Ante ello, aprovechar para dormir cuando vuestro hijo o hija duerma y no sentirnos mal por pedir ayuda o por dejar otras cosas para después, por ejemplo, compromisos sociales o la limpieza de la casa, ahora mismo la prioridad es descansar. 

 

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