La importancia de validar las emociones en los peques.

En definitiva, con las emociones se puede llegar a cambiar el mundo. Nuestros hijos e hijas están aprendiendo la vida y por ello todavía no cuentan con las herramientas necesarias para resolver todo a lo que se enfrentan diariamente. Como padres y madres podemos acompañarles y ayudarles poco a poco a ir descubriendo y aprendiendo esas habilidades emocionales.

Los niños y niñas, son pura emoción, todo sistema límbico, estructura cerebral por excelencia que tiene que ver con las emociones. Según nuestra visión, sus motivos pueden parecernos insignificantes en comparación con su reacción, llegando a pensar que se comportan así para retarnos o echarnos un pulso.

Desde el momento que nacemos, las emociones comienzan ya a estar presentes y nos acompañan a lo largo de toda nuestra vida, jugando además un papel fundamental en nuestra manera de relacionarnos con el mundo.

Las emociones llegan a participar en todos los procesos evolutivos: en el desarrollo de la comunicación, en el conocimiento social, en el procesamiento de la información, en el apego, en el desarrollo moral, etc. Influyen también a la hora realizar cualquier pequeña elección en nuestro día a día.

Por todo ello, saber cómo se lleva a cabo el desarrollo emocional en los primeros años de vida, resulta primordial. Nuestra infancia puede marcar cómo actuaremos cuando seamos adultos y adultas. Por ello, la gestión de las emociones en la infancia es muy importante, ya que, como padres y madres, podemos acompañar a nuestros hijos e hijas proporcionándoles herramientas que les faciliten cómo gestionar sus emociones, pero sobre todo PERMITIÉNDOLES SENTIR y VALIDANDO.

Tradicionalmente se tiende a hablar de emociones negativas o positivas, cuando en realidad no existe ese matiz como tal, en todo caso emociones agradables o desagradables. Todas las emociones, cumplen una función, son adaptativas, nos permiten interactuar con nuestro entorno y nos proporcionan información acerca de cómo nos encontramos, son por tanto todas positivas y válidas.

En el día a día de la crianza, es muy frecuente que los padres y las madres, digamos frases del tipo: “no llores por nada”, “no te enfades por esa tontería” o “no deberías tener miedo a la oscuridad”, etc. Pero las emociones se escapan totalmente de nuestro control, son involuntarias y automáticas. Cómo mucho podemos tener cierto manejo con la conducta que viene tras la emoción siempre y cuando nuestra corteza prefrontal, esté lo suficientemente desarrollada, y eso créeme no ocurre hasta los 25 años o más.

Los niños y niñas, son pura emoción, todo sistema límbico, estructura cerebral por excelencia que tiene que ver con las emociones. Según nuestra visión, sus motivos pueden parecernos insignificantes en comparación con su reacción, llegando a pensar que se comportan así para retarnos o echarnos un pulso. Pero nada más lejos de la realidad, si empatizamos, comprenderemos que, para ellos, y ellas esas razones son importantes, y están experimentando una intensidad emocional tan alta, debido a que todavía no se pueden regular, y no lo pueden expresar de otra manera.




Desde la familia, como primer modelo emocional, podemos apoyar a nuestros hijos e hijas con: 

Alfabetización emocional: Nombrando cómo se llaman las distintas emociones y por qué se produce cada una (todas, no solo las que pensamos que pueden ser más habituales y/ o conocidas).

Conciencia emocional: Ayudarles para que sepan reconocer cuándo les pasa y por qué. Por ejemplo, cuando por miedo nos tiembla la voz. 

Sociabilización emocional: Una vez que nuestros hijos e hijas van reconociendo y entendiendo las emociones en ellos y ellas mismas, las emociones también nos dan información acerca de cómo se sienten los demás, fomentando de esta manera la empatía.

Pero si hay un aspecto importante de las emociones infantiles (y no infantiles), que con frecuencia nos llega a pasar desapercibido, es el hecho de VALIDARLAS.

Validar las emociones de nuestros hijos e hijas, así como de las personas con las que llegamos a interactuar, es respetar sus emociones, sean cuales sean, sin juzgar, independientemente de lo que nos parezcan. Es entender, aceptar y expresar (esto es fundamental, no vale sólo con pensarlo) que comprendemos que sientan una emoción ante una situación determinada.

Quizá para nosotros como padres y madres, el motivo de su enfado, el cual llega a desembocar en una rabieta, sea prácticamente insignificante, no lo entendamos o incluso desconozcamos, pero para nuestros hijos e hijas, que en ese momento son toda emoción, no les podemos decir que su reacción es desproporcionada, o aquello tan típico de: “pero…., si no ha pasado nada!”.

Validando las emociones vamos a poder practicar la conexión con nuestros hijos e hijas, hacer que se sientan comprendidos/as y escuchados/as, fomentando que puedan ir gestionando sus emociones y expresándolas de la manera más sana posible, repercutiendo todo esto en su autoestima.



Y ahora la gran pregunta…., cómo se validan las emociones?

  • Ponernos a su altura: El contacto visual es fundamental para conectar, mostrarles que les entendemos y que comprendemos por lo que están pasando.
  • Poner nombre a la emoción: Necesitamos reconocer y diferenciar las emociones, podemos ayudarles comentándoles, por ejemplo: “veo que estás enfadado por qué querías estar más tiempo jugando y no te quieres bañar. Te entiendo, es normal estar triste por tener que dejar de hacer algo que te gusta, a mí también me pasa”.
  • Valida la emoción: Verbalizar que les comprendemos y que es normal tener esa emoción. Podemos decirles un ejemplo en el que a nosotros o nosotras nos haya pasado algo similar.
  • Explicarle el motivo:  No se trata de no tener límites, pero necesitamos explicarles y proporcionarles información acerca de lo que sucede: “Tenemos que bañarnos, ya que, si no estaremos manchados, y no oleremos bien”.

Darle una alternativa: Aunque digamos que no, podemos ofrecer una alternativa, para que sea más fácil llegar a un acuerdo satisfactorio para todos y todas, por ejemplo “Qué te parece si después de bañarnos, jugamos un poco, ¿hasta el momento de cenar?”.

Si no validamos las emociones, a nuestros hijos e hijas, perdemos la conexión, pueden sentirse inseguros o inseguras, ya que realmente negar las emociones o no hablar de ellas, no hará que éstas desaparezcan. En un extremo, pueden incluso llegar a pensar que sus emociones y sentimientos carecen de importancia, pudiendo reprimirlos y no llegar a expresarlos con los problemas que esto puede acarrear.

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