Un parto traumático supone haber vivido ese momento con miedo, indefensión y terror. Algunas mujeres pueden haberse sentido violadas, forzadas a consentir algunos procedimientos sin que se les hubiera informado.
“La apropiación del cuerpo y procesos reproductivos de las mujeres por prestadores de salud, que se expresa en un trato jerárquico deshumanizador, en un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales, trayendo consigo pérdida de autonomía y capacidad de decidir libremente sobre sus cuerpos y sexualidad impactando negativamente en la calidad de vida de las mujeres” (Perez D’Gregorio, 2010).
Un parto traumático supone haber vivido ese momento con miedo, indefensión y terror. Algunas mujeres pueden haberse sentido violadas, forzadas a consentir algunos procedimientos sin que se les hubiera informado.
Estas vivencias pueden generar a parte de consecuencias físicas, consecuencias psicológicas, como es Síndrome de Estrés Postraumático.
Diferentes estudios han señalado que este síndrome afecta a entre el 1,5% y el 6% de las puérperas pudiendo presentar el síndrome incompleto hasta un 30% de las mujeres que dan a luz. Los síntomas suelen ser:
También pueden sentir dificultad para relacionarse con otras madres, rechazo a la sexualidad, a tener más hijos… El síndrome de estrés postraumático conlleva un sufrimiento importante.
La violencia obstétrica sólo cesará cuando los profesionales de la atención al parto puedan reflexionar y sanar sus propias heridas, es decir, el dolor que acarrean fruto de la (de)formación que recibieron.
Es muy importante tomar conciencia de la trascendentalidad de ese momento y su influencia en la salud mental. Nombrar el abuso que sufren muchas mujeres en el parto es el primer paso para erradicar el problema. Hay que visibilizar y validar el dolor y sufrimiento, para poder empezar a sanar.